SOBRE
LA REALIDAD
(virtual o no)
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El bucle del ser Uno de estos conceptos, clave sin duda alguna en el pensamiento occidental, es el de ser. Y la prueba de su importancia, frente a otros que han sido arrinconados del vocabulario filosófico, la tenemos en que hoy en día aún podemos seguimos manejándolo. Parece claro que la razón última de ello estriba en que el problema de la realidad no está resuelto, ya que a fin de cuentas el problema del ser no es otro que el de la fundamentación constitutiva de la realidad, con nosotros mismos dentro de esa misma realidad que nos constituye. Y esto es así -su no resolución- porque los problemas básicos del ser del hombre (del ser humano) -el dolor, la enfermedad, la muerte-, siguen tan presentes hoy como hace 35.000 años cuando aparece la conciencia. Y ello conlleva a que -por ejemplo- el desgarro que produce el dolor (inconmensurable) ante la muerte de un ser querido haga que las preguntas básicas "¿qué hacemos aquí?, ¿qué es esto?" sigan siendo válidas tanto hoy como ayer y como sin duda alguna mañana. El ser del hombre y su incógnita (¿qué hacemos aquí?, ¿qué somos?) se entremezcla con el ser del resto de la realidad (¿qué es esto?, ¿qué somos en esto?) y (aunque algunas incógnitas de esta última hayan sido resueltas provisional y parcialmente por las ciencias de lo concreto) el resultado es que ésas u otras cuestiones similares vuelven a ser formuladas una y otra vez en razón de ese mismo desgarro que nos separa. El problema, pues, de la fundamentación de la realidad es un problema -también- profundamente humano como ya así lo dio a entender Heráclito en su discurso1. Por otra parte, como ya se ha esbozado en el párrafo anterior, es indudable que desde la aparición hace unos dos mil seiscientos años de la búsqueda de una fundamentación racional de la realidad (desde la aparición de la filosofía en suma), el desarrollo de las ciencias particulares ha ido mejorando nuestro grado de bien estar y de conocimiento gracias a que éstas han conseguido aprehender comportamientos constantes en la realidad objeto de su estudio. Incluso uno de los conceptos, el de energía, utilizado en una de ellas, la física, pudiera servir como concepto genérico, (global, unificador) de la realidad misma (algo así como el arjé buscado por los iniciáticos). El principio "la energía ni se crea ni se destruye, sólo se transforma" pudiera ser por tanto asumido como arjé por cualquier buscador del conocimiento de la realidad no fragmentada. Pero la dificultad estriba en que, a diferencia del concepto ser, el término 'energía' tiene un campo semántico cotidiano en el que difícilmente puede estar incluida la conciencia, conciencia que es consustancial a la misma idea de ser cuando se aplica a lo humano, (aunque en puro rigor racional ésta, la conciencia, sólo sea una forma de energía). Por tanto, la utilización del término ser puede aún seguir teniendo vigencia. Y con él el problema de la realidad, que como decíamos más arriba es un asunto permanentemente irresuelto en su globalidad. Para ello, para responder globalmente al problema de la Physis o Realidad (que recordemos era el de la relación orden/caos) ya hemos visto cómo los primeros filósofos establecieron constantes racionales (y no dioses producto de nuestra razón imaginativa), que en un (relativo) breve espacio de tiempo pasaron desde concebirse como materiales (el arjé) a hacerlo mediante otro concepto (el ser) que tanto podía y puede ser entendido de una manera mental (idealismo, Platón) como entendido de una manera material ('empirismo', Aristóteles) explicado, en cualquier caso, a través de un discurso racional. La primera opción nos lleva a la pura nada que decía Hegel, al inmovilismo, a la no acción incompatible con el programa de la especie (pulsión cognitiva). La segunda al desarrollo de las ciencias particulares y a la postre (a través de un proceso complejo) a un aumento de nuestro grado de bien estar. Esta segunda opción -que permite concebir ser en las cosas- no obstante, ha sufrido en estos últimos 2.500 años, (tanto en su vertiente científica como en la tecnológica) rectificaciones y súbitos incrementos de velocidad en su desenvolvimiento. Y así, en razón de estos mismos cambios las ciencias de lo concreto (física, química, etc) han ido desechando conceptos que en un momento dado resultaban inoperantes para dar paso a otros con los que poder expresar nuevas situaciones y hechos de los que dar cuenta. Y esto ha podido ocurrir así porque ha existido una sociedad, un entorno social, que ha aceptado y demandado cambios en ellas. Por esta razón es posible afirmar que la fuerte crítica del concepto de substancia (segunda) aristotélica -el ser que no cambia- realizada por los empiristas ingleses en los siglos XVII y XVIII no hubiera tenido lugar (y finalmente éxito) si no hubiera habido un clima (científico) favorable a la misma. El residuo idealista que suponía el lastre del concepto de substancia quedó pues definitivamente eliminado justo antes de la gran explosión de las ciencias positivas del XIX a partir de las cuales ese concepto queda completamente marginado del vocabulario científico. Desaparecida la substancia, eliminado todo resto de idealismo en las ciencias particulares, queda el ser, lo que hace que las cosas sean. A partir de ese instante el conocimiento parcial de las cosas se acelera independientemente de las propias creencias personales de los investigadores, de tal manera que los presupuestos desde los que toda ciencia particular parte en cualquier caso, implican, siempre, que las cosas son realmente, y no constituyen una mera apariencia de lo que son; y que por lo tanto en ellas debe haber elementos constantes que pueden ser aprehendidos, para, posteriormente, poder efectuar la manipulación de la naturaleza exigida por la propia naturaleza (humana), fuerzas económicas e individuos, a fin de mejorar su condición, es decir su bien estar, la condición temporal de su ser. De nuevo, como más arriba mencionábamos acerca de la fundamentación de la realidad (en el segundo párrafo), nos vuelve a surgir el ser del hombre (naturaleza -humana-) entremezclado con el ser de las cosas (naturaleza) en las que el ser del hombre es. Ese bucle permanente que parece no tener fin. _____________________
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