SOBRE
LA REALIDAD
(virtual o no)
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Constantes Hasta ahora hemos entrevisto la naturaleza compleja de lo que es, su presencia en cualquier segmento de la realidad, y la imposibilidad de aislarlo (como si de un virus, o un ente separable fuera) en una fracción de la realidad como por ejemplo el ser humano. También hemos entrevisto su capacidad de cambio, su continuo movimiento, eso que de una manera simplificada solemos llamar praxis. Esta praxis (como la misma idea de ser) nos parece obvia en el caso humano, pero está presente -como el ser mismo- en cualquier otra aspecto de la realidad que no sea el humano, es decir en cualquier estructura (subsistema) organizable u organizada de la misma, sean estrellas, átomos, o cualquier otra que podamos mencionar: en la energía en suma. Por ella, por la praxis, se producen acciones, transformaciones, producciones ["producción de la diversidad, de la alteridad, de sí mismo" (Morin, 1986, 190)]. Capacidad de cambio en la propia organización del ser y en la ajena. Interacción permanente. De hecho esta propiedad del ser la hemos estado manejando implícitamente a lo largo de todo el texto que antecede el cual ha sido elaborado para poner en evidencia esta característica, condensada en la afirmación de partida el ser es lo que es siendo. Por lo tanto, en principio, no parece que constituya una gran novedad. ¿Significa esto que no podemos aspirar al establecimiento de constantes fuertes, "sólidas" como el agua (de Tales) o los números (de Pitágoras)?. ¿Significa que no podemos caracterizar lo que es siendo de otra manera?. ¿Es que las respuestas a nuestro desgarro -"¿qué somos aquí?, ¿qué es esto?"- siempre van a toparse con el cambio permanente, el perpetuum mobile del ser?. ¿Que nunca podremos salir -intelectivamente- del circuito cerrado en el que estamos?. Las respuestas a estas preguntas parecen llevarnos inevitablemente a un callejón sin salida. Sin embargo a pesar de todo, a pesar del descorazonamiento que podamos incurrir los humanos (ahora y dentro de cinco mil años), existe una constante de la que parece que no nos percatemos aun siendo terriblemente obvia. Pues hacia cualquier punto de la physis (de la realidad, de aquello que es siendo) que dirijamos nuestra mirada, científica o no, encontraremos en él organizaciones -desde los átomos a las estrellas que mencionaba arriba-, subsistemas de energía que, aun en situación caótica, son capaces de manifestar una actividad. Y esta actividad es siempre como ya se ha dicho una acción, directa o indirectamente productiva, capaz de crear alteridad y diversidad; sí mismo obviamente en el caso humano a través de sus prolongaciones. Por lo tanto podríamos decir que en los dos extremos del bucle en el que estamos, en y entre esos dos polos agónicos -siempre en conflicto y sin embargo inseparablemente unidos entre sí- a los que hemos llamado mundo y yo, existe un elemento de continuidad, una constante la cual precisamente les da la forma de un continuo indisoluble. Esta constante no es otra que la vida, entendida ésta en su más amplio sentido de capacidad de organización, reproducción y generación de lo que es; es decir, no entendida desde el mero y restrictivo sentido biológico del término sino en el aún más básico y radical de capacidad para la organización y lo que ello lleva consigo (generación y reproducción de organizaciones): aquel que posibilita, por ejemplo, la generación de galaxias y de estrellas, así como su colapso; aquel que recursa sobre sí misma permitiendo la reproducción de organizaciones tales como, de nuevo, los millones y millones de estrellas; aquel, en fin, que genera organizaciones tales como los sistemas solares, planetas, organismos biológicos, y tras un largo proceso evolutivo eso que llamamos ser humano, conciencia, yo. Hay, pues, un elemento común a ambos polos (mundo y yo), o si se quiere una misma racionalidad, una misma característica, un eje común que traspasa a ambos y que lo llena todo, la vida. Ésta como constante no es muy precisa, -es decir, no tiene precisión matemática- pero es arjé, en su significado estricto de soporte, principio y causa de la realidad. Y a pesar de esa carencia de precisión matemática, la vida -lo que de constante hay en el ser- puede, sin embargo, ser acotada con unas características permanentes que le son propias. Una de ellas no es otra que la interactividad, es decir la capacidad de interacción de unos entes (configuraciones del ser) en relación a otros: los electrones con los nucleones (protones y neutrones), los átomos de un tipo con los de otro, las moléculas de una clase reaccionando otras, y así sucesivamente hasta llegar a incluir al humano. O dicho aún con más claridad, en el nivel más básico y en la raíz, estaríamos hablando de la interacción que tiene como punto de partida a las cuatro grandes fuerzas que la Física actual considera que operan en el Universo: la interacción o fuerza gravitatoria, la interacción electromagnética, la interacción nuclear fuerte y la interacción nuclear débil. En un nivel organizacional diferente, como por ejemplo el que se produce en el seno del planeta Tierra, estaríamos hablando de la interacción producida entre todos sus elementos. O dicho de una manera aún más genérica, con el concepto de interacción nos estamos refiriendo a la que en todo momento se produce entre los elementos que componen un sistema dado, sea del tipo que fuere. En todos los casos esa capacidad de interacción produce transformación y cambio. Por este motivo, podemos decir que esta capacidad es la causa de la movilidad y del cambio en el propio ser, es decir del cambio en las configuraciones (organizaciones) en las que lo que es siendo puede constituirse. Y asimismo es la causa de la dificultad en la aprehensión de realidades estables, bien sea en razón del doble vínculo en el que estamos inmersos precisamente a causa de esa misma interactividad, bien por la facilidad con que la interacción al manifestarse en conflicto puede conducir al caos, es decir a desorganizaciones, destrucciones y aniquilaciones de realidades organizadas (lo que es) en un momento determinado. Tenemos pues, y resumiendo, que la constante vida (en ese sentido amplio de competencia para la organización, reproducción y generación) conlleva asociada -además de la organización misma- la dimensión de la interacción, la cual bajo la forma de conflicto, conduce al caos y a la desorganización. Esta desorganización conduce a su vez a nuevas organizaciones puesto que lo que es parece que tiende naturalmente a ellas tal y como nos muestra la experiencia, bien común ("aquí hay una mano, aquí otra"), bien científica (cualquier mínima aprehensión operativa y útil de la realidad así lo indica), aun cuando a su vez de nuevo estas organizaciones deriven en nuevas desorganizaciones por causa de la movilidad del ser. Tenemos entonces que en el interior de la constante vida que caracteriza a la realidad quedan subsumidos el orden y el caos, hybris y diké, y en fin cualquier par de contrarios que podamos experienciar. A estas constantes, y variables constantes asociadas, vida, interacción, conflicto, organización-desorganización (en definitiva orden y caos), habría que añadir la praxis que es la manera en que la interacción se manifiesta cuando ésta es ejercida por estructuras organizadas. En ese caso, cuando se constituyen dichas organizaciones, los subsistemas del ser son capaces, como ya se ha dicho, de actuar, transformar y finalmente producir -a semejanza de los dioses- la diversidad, la alteridad, y el sí mismo (el espejo de Thackeray, el autor de la novela Vanity Fair, como la más simple muestra para esto último)8 . Finalmente habría que considerar al menos como hipótesis de trabajo en lo que es siendo la posesión de un telos, es decir de un fin o finalidad propio, intrínseco a su estructura organizada u organizable cualquiera que sea la forma en que ésta se muestre. En principio la más elemental manera para designar a ese telos, esa finalidad intrínseca, es la de tao (camino) puesto que es aplicable a cualquier forma, desde estrellas a corrientes marinas, o cualquier otra que concibamos, teniendo sentido para cada una de ellas esta afirmación. Y siendo este telos el más impreciso y ambiguo es, sin embargo, el más acertado en virtud de la interrelación constante que ya hemos visto hay en la realidad. Pero también sabemos que el ser humano (ese segmento de espacio de lo que es) tiene dentro de sí la necesidad de la verbalización, "del signo, de la conciencia y del cómputo", y ya el propio Lao Tsé, a pesar de afirmar prudentemente que "el tao que puede decirse no es el verdadero tao", quiso escribir y escribió sobre ello. Tanto más nosotros por cuanto seguimos planteándonos las mismas preguntas básicas que acucian al hombre desde su nacimiento como conciencia. _____________________ 8 Para el caso humano podríamos decir que en la actualidad, la fotografía, el cine, la televisión, los efectos especiales, el teléfono, las redes informáticas, etc, son todos ellos ejemplos de esa creación de diversidad a la cual podemos asomarnos y con la que podemos conectar, de alteridad en la cual podemos vicariamente sumergirnos y/o sentirnos solidarios, de sí mismo en tanto que prolongación de los seres humanos, no de uno o de dos ni de un grupo de ellos, sino de todo el conjunto n que los constituye. (volver)
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