SOBRE LA REALIDAD
(virtual o no)

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Índice
   
  Prólogo
   
  Primera parte
  Sobre la realidad
  Constantes y variables
  Ser y Naturaleza
  El bucle del ser
  Ser y verdad.
  El ser es lo que es siendo
  Ser y Realidad
   
 

El signo y la palabra. Indagaciones

  El signo y la palabra. Mutación e invariancia.
  El cambio constante. Copresencia en el cambio.
  Doble vínculo. El continuo del ser
  Constantes.
  Telos y Formas.
   
  Teleología y Ciencia
  Filosofía y Sociedad.
  Nuevo Modelo.
  Sistemas y Subsistemas.
  Algunas implicaciones.
  Humanización y dinámica de los opuestos.
   
  Cambio de Era
  Un mismo mundo.
  Permanencia en el Cambio.
  Ruptura.
  Técnica y Telos.
  Comunicación y Era Común.
   
 

El Telos Humano

  Continuidad.
  El Telos Humano.
  Cierre y Apertura.
   
  Segunda parte
  Del otro lado. comentarios hipertextuales
  1. El hipertexto y el continuo no-dual
  2. El zen y la Era Común.
  3. Vida y objetividad.
  4. Sobre el horror.
  5. El pensamiento en ejecución.
  6. Sobre Mendelssohn.
  7. Lo virtual
  nuevos comentarios (on-line)
  8. ¿Quién teme a esa tontería del ser?
  9. Medios in-mediatos
   
  Referencias
 

 

Humanización y dinámica de los opuestos

Este nuevo modelo de pensamiento que la ciencia asume también permite aclarar, si no explicar, la tendencia que tiene el ser humano a humanizar los elementos de la realidad haciéndolos de esa manera más comprensibles a su entendimiento, y en definitiva a la comprensión común del conjunto de la especie. Pues la animización de la realidad, que suele expresarse dando nombres humanos a elementos de la misma, no es sólo privativa de culturas antiguas. Al igual que en otro tiempo se ponía nombre a los árboles, o a las rocas consideradas especiales, hoy en día hay quien sigue haciéndolo nombrando como si de un ser humano se tratara un ordenador, una casa o un coche. E incluso fenómenos climáticos como "el Niño", "la Niña", o cualquiera de los huracanes que periódicamente se forman en el Atlántico participan de esa humanización al nombrarles de una manera humana (a estos últimos, los huracanes, preferiblemente con nombre de mujer, maliciosamente hay que añadir). Con ello, con un nombre humano, de alguna manera se quiere expresar la autonomía funcional de tal o cual elemento de la naturaleza de suerte que su comprensión -la comprensión de esa autonomía- llegue a todos.

Sin embargo esta forma de humanización no carece en cierta manera de fundamento. De algún modo la sabiduría popular ha sabido expresar a través de ella el cómo funciona la interacción continua que se produce en la realidad. En ésta, en la realidad, y siguiendo con el ejemplo de un bucle simple del tipo descrito más arriba (y que podríamos imaginar con otros dos polos distintos: piedra en un torrente y agua en el instante del contacto, y en consecuencia no estable, no duradero y temporalmente ínfimo), se produciría lo siguiente: a emite (output) información a b que la recibe (input) emitiendo (output) a su vez información a a que la recibe (input). El agua golpea la roca y ésta la expele. Por lo tanto, cada elemento a, b es simultáneamente receptor y dador de información, objeto y sujeto en el continuo que es en la realidad. Y da igual que esta doble cualidad, la de ser sujeto y objeto, la apliquemos a un ratón, una piedra, un árbol o un humano ya que la característica de ofrecer información (-energía) y recibirla es propia de cualquier elemento en el seno de la realidad. Pueden pasar miles, millones de años hasta que el efecto de esa interacción se ponga de manifiesto, pero todo nuestro conocimiento del universo nos indica que ese intercambio de información tiene lugar.

Naturalmente cuando hablamos de "sujeto" no nos estamos refiriendo al sujeto psicológico y/o moral (difícilmente ubicable en una molécula o en una piedra) sino a lo que en la jerga filosófica se conoce como sujeto ontológico, es decir el sujeto de una acción, en este caso la acción que es común a lo que es. Ésta, como ya hemos visto, no es otra que la de emitir y recibir una cierta cantidad de energía-información; y para ello basta con su sola existencia, con el sólo estar siendo (la piedra en el torrente o en el camino). Por esta causa, el axioma de Watzlawick referido a los humanos por el cual no es posible no comunicar (Watzlawick/Beavin/Jackson, 1989, 49-51) -axioma fácilmente comprensible si recordamos la mera presencia, aun inmóvil, de un viajero en una sala de espera- puede extrapolarse a todos los elementos de la realidad: en ella no es posible no "comunicar". Naturalmente "comunicar" [communicare] se entiende aquí no en un sentido humano sino en su significación radical, originaria, de poner en común, de intercambiar información.

La humanización entonces se origina por causa de esa razonable confusión entre el sujeto-objeto humano (y sus propiedades emblemáticas de conciencia y pulsión cognitiva) con lo que de común tenemos con el resto, es decir la de ser sujeto-objeto ontológico, fragmentos espaciotemporales de lo que es siendo abocados a la acción.

El nuevo modelo nos permite asimismo entender, pues, que los elementos de la realidad son simultáneamente una cosa y otra, objeto y sujeto al mismo tiempo. Esto nos lleva de igual manera a poder abarcar y asumir que la dialéctica, la dinámica de los opuestos, como ya decía Heráclito (y Lao Tsé), es intrínseca a la realidad misma ya que la constituye (objeto y sujeto al mismo tiempo), siendo aparentemente imposible su superación, puesto que en ella (en esa simultaneidad: objeto sujeto, pero también arriba-abajo, ying yang, unos y ceros, etc.) existe precisamente una unidad (como también decía el mismo Heráclito; y Lao Tsé).

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Que la acción en el seno de lo que es siendo pueda tener características distintivas, cualitativa y cuantitativamente diferenciables según qué formas, parece que no hay ninguna duda conforme a la experiencia y a la información que la ciencia proporciona. No es lo mismo la producida por un árbol que la de una falla en el subsuelo. No es lo mismo la de un topo que la de una estrella en su nacimiento.

Como ya vimos en el capítulo primero, de todas ellas, de todas las formas posibles, es nuestra propia humanidad la que más inseparablemente nos preocupa por causa del desgarro que nos produce el tener conciencia.

Veamos pues -tras este rodeo inevitable por el concepto de "teleología"- algo del camino que nos caracteriza.

 


 

Algunas implicaciones Un mismo mundo