SOBRE LA REALIDAD
(virtual o no)

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Índice
   
  Prólogo
   
  Primera parte
  Sobre la realidad
  Constantes y variables
  Ser y Naturaleza
  El bucle del ser
  Ser y verdad.
  El ser es lo que es siendo
  Ser y Realidad
   
 

El signo y la palabra. Indagaciones

  El signo y la palabra. Mutación e invariancia.
  El cambio constante. Copresencia en el cambio.
  Doble vínculo. El continuo del ser
  Constantes.
  Telos y Formas.
   
  Teleología y Ciencia
  Filosofía y Sociedad.
  Nuevo Modelo.
  Sistemas y Subsistemas.
  Algunas implicaciones.
  Humanización y dinámica de los opuestos.
   
  Cambio de Era
  Un mismo mundo.
  Permanencia en el Cambio.
  Ruptura.
  Técnica y Telos.
  Comunicación y Era Común.
   
 

El Telos Humano

  Continuidad.
  El Telos Humano.
  Cierre y Apertura.
   
  Segunda parte
  Del otro lado. comentarios hipertextuales
  1. El hipertexto y el continuo no-dual
  2. El zen y la Era Común.
  3. Vida y objetividad.
  4. Sobre el horror.
  5. El pensamiento en ejecución.
  6. Sobre Mendelssohn.
  7. Lo virtual
  nuevos comentarios (on-line)
  8. ¿Quién teme a esa tontería del ser?
  9. Medios in-mediatos
   
  Referencias
 

Medios in-mediatos
¿Ocultamiento del ser?


Mi relación con la emisora, con la música es la misma que mantengo con la hora nocturna de la audiencia, con el tiempo presente de la noche. Y es la misma que mantengo (lo quiera o no, lo asuma o no) con los miles de oyentes que están escuchándola y sintiendo, entre canción y canción, la cálida voz en árabe de la locutora.

En este momento, y de una manera inmediata (sin retraso, sin delay) estoy conectado en una red de participación que está más allá de las paredes de mi cuarto o los muros de mi casa. El medio radio (en su variante emisora de música árabe) facilita y sirve a esa inmediatez.

Son las dos de la madrugada, y a través de un viejo aparato que tiene onda larga, en un lugar perdido en la Sierra de Jan Potocki (el de El manuscrito encontrado en Zaragoza), en medio de la inmensidad de la nada, es decir, de la tierra sin fin de la montaña, estoy escuchando esa emisora que emite música árabe y a la que de tanto en tanto presenta y comenta con dulzura una locutora...

Siento curiosidad en saber el nombre de la emisora, desde qué punto del Norte de África está emitiendo y con quien estoy participando en la audición, ¿Argelia, Marruecos?. Por fin, meten la cuña-propaganda de la cadena y…. ¡tiens, es Radio Montercarló!.

Bueno, más a mi favor. Tengo que cambiar el chip (mental) cuando he descubierto que las miles de personas que me acompañan no están como yo pensaba en el Magreb sino más arriba, allá en el soleado, turbulento y prometedor Midi ... pero sigo estando acompañado, de una manera in-mediata, sin retraso, sin delay.

Sin embargo, ¿puedo decir que lo estoy haciendo sin utilizar medio alguno?. Parece claro que no. Para este ejemplo que acabo de poner el medio que estoy usando sería la radio, y cualquiera que se haya sumergido en la audición de un programa que sabe compartido con otros habrá sentido en algún momento ese mismo sentimiento de coparticipación.

De hecho, aunque he utilizado la emisora de radio como ejemplo paradigmático de "conexión inmediata" la cantidad de medios que usamos y que pueden proporcionarnos esa misma sensación podría hacerse realmente muy extensa. Sin ir más lejos podemos mencionar en un primer término a los dos aparatos emblemáticos del pasado siglo XX, es decir el propio teléfono y la televisión, en cuyo caso además del oído hacemos intervenir el sentido de la vista. A ellos habría que añadir todos aquellos que generan cualquier tipo de comunicación a distancia instantánea, ya sea del tipo de los que existen ahora, en nuestro siglo XXI, ya sea también todos aquellos que aparecerán en siglos venideros (donde con toda seguridad podrán intervenir más sentidos que los actuales).

En todos estos casos de comunicación a distancia estaremos usando un medio, una mediación electrónica, para llevar a cabo esa comunicación inmediata, cosa que no ocurría en el pasado cuando el uso de las cartas como medio de transmisión de información no ofrecía objetivamente esa sensación de proximidad inmediata, aunque sí lo hiciera subjetivamente en el momento de sumergirse en la lectura.

Pero, volviendo a la inmediatez de la que hablaba arriba, conseguida gracias a nuestros teléfonos, chats, radios, etc., ello no deja de ser una contradicción. De una parte estoy usando un medio (teléfono, televisión, etc.), pero de otra ese medio pretende no ser, no suponer, mediación alguna -es decir, proporcionar una comunicación in mediada, no mediada-, frente a otros como las cartas, periódicos, cuadros, etc., en los que su condición de medio se hace patente tanto en el espacio físico como en el espacio temporal.

A pesar de ello, cuando en el lenguaje cotidiano usamos la palabra inmediato, o incluso cuando usamos el concepto más genérico de inmediatez, lo hacemos siempre para referirnos al aspecto temporal de esa falta de mediación; lo inmediato entonces significaría en nuestro léxico algo semejante a instantáneo, aunque en realidad no sea exactamente lo mismo. La contradicción de la que he hablado arriba (medio inmediato) sería desde ese punto de vista, el del lenguaje cotidiano, una contradicción más bien ficticia y aparente: un puntillosismo sacado de las palabras y de su origen etimológico.

Reconocido esto, sin embargo también hemos de admitir que -en su raíz, en su origen- decir que un medio es inmediato es como decir que hay medios a los que consideramos como no medios, a los que percibimos como no medios, aunque bien sabemos que lo son.

La radio, el teléfono, etc., son ejemplos claros de esto que se está afirmando, es decir medios a los que en el fondo no consideramos como medios, o al menos no de la misma manera que una carta o un cuadro.

Y exactamente lo mismo hacemos con la realidad en general a la que consideramos siempre -porque la percibimos así- de una manera inmediata.

Sin embargo, en la medida en que todos los elementos de la realidad son portadores de información (conocida o no, mal interpretada o no), la lista de elementos que pueden ser considerados como medios podría ampliarse hasta el infinito, ya que a todo le atribuimos, o damos una significación.

Una lavadora, un fusil, un coche, un caballo, una aguja, un vestido, un árbol, el propio ser humano, etc., etc., son portadores de información, medios a través de los cuales esa información se manifiesta, y que aparentemente -sólo aparentemente, desde lo cotidiano, desde el discurso de lo cotidiano- tienen un carácter inmediato, no mediado, aunque en realidad no sea de esa manera. Recuérdese sobre ese particular lo que se dijo en este mismo libro acerca de la mesa científica y la mesa cotidiana. En un caso disponemos de una visión de la mesa con "unas características físico-químicas mensurables de la misma (moléculas, átomos, electrones, etc)" (p. 175 del texto impreso), en el otro, simplemente es el objeto sólido y consistente sobre el cual escribimos1.

La una no es diferente de la otra. Ambas coexisten -son- al mismo tiempo. Sólo es una cuestión de mirada clasificatoria (maya) lo que aparentemente las diferencia. Es lo mismo que, por ejemplo, el árbol. Éste puede ser visto con los ojos del caminante, del agricultor, del botánico, del biólogo, del genetista, del druida. En todos los casos hay una significación diferente que puede y debe coexistir con las demás ya que todas ellas participan de la cualidad radical de ese objeto que no es otra que la de ser siendo.

Pero, siguiendo el hilo del discurso sobre la mediación, a los ejemplos mencionados más arriba (lavadora, fusil, coche, caballo, etc.) pongámosle fecha, hagamos una datación de ellos. Tendremos entonces significaciones distintas dependiendo si el objeto (el ente o entidad en cuestión) es de tal época o de tal otra; es decir, no nos bastará con reconocer de una manera in-mediata los huesos de un caballo, sino que en el momento en que obtengamos unas características que lo ubiquen en el tiempo y lo entrelacen con otros conocimientos que hayamos obtenido de ese mismo periodo y lugar, estos (los huesos del susodicho) nos proporcionarán una información de diferente rango. Con lo que el carácter mediador de la entidad en cuestión se hará aún más evidente, al comprenderlo dentro de su dimensión temporal. Dimensión, por otra parte, común a todo lo real, sean seres humanos -usted o yo-, cuadros, montañas, o cualesquiera otra cosa que podamos percibir.

Así pues, todo parece indicar que lo que es se expresa a través de configuraciones, de determinaciones (formas con límites) que aparecen y desaparecen (dentro de mil millones de años, seguramente no habrá ni rastro de los huesos del caballo, y hace cinco mil (millones) -la edad de la Tierra, aproximadamente- desde luego tampoco).

Lo que es, entonces, se expresa siempre a través de medios que comunican, que pueden expresar diferentes significaciones. O dicho de otra manera, ¿esa mediación permanente implica que lo que es se oculta?, ¿es que hay un ocultamiento del ser?.

La primera respuesta ante este tema del ocultamiento del ser, muy querido por un sector de la filosofía occidental, sería que, en realidad, éste -ello, lo ser-, se manifiesta de una manera evidente ya que hacia dondequiera que dirijamos nuestra mirada encontraremos objetos que son en la realidad. El primer problema entonces del ocultamiento del ser, no residiría tanto en el carácter mediador de sus configuraciones -de lo que ya vimos que constituía una de sus propiedades intrínsecas (capacidad organizativa)- sino en la interpretación de esas estructuras organizadas, de manera que a través de ellas obtengamos el mejor beneficio.

Por poner un ejemplo sencillo, podemos interpretar la lluvia como el resultado de las lágrimas de un dios o por el contrario podemos considerarla como un fenómeno mensurable y predecible. En ambos casos se obtiene un apaciguamiento de nuestras pulsiones cognitivas, y por lo tanto un cierto provecho, pero será con la segunda interpretación con la que nos evitaremos (en el caso de una sequía) perder una mañana, o una tarde, o ambas, paseando una estatua bajo un sol de justicia realizando eso que se da en llamar una "rogativa", y en su lugar emplearemos todo nuestro esfuerzo y energías en solucionar el problema por nosotros mismos (buscando alternativas de irrigación), aun cuando lo hagamos cantando o canturreando que también es placentero.

En definitiva, con el conocimiento racional de los aspectos maquinales de la naturaleza, tendemos a ser más libres, aun cuando ese conocimiento nos ligue (paradójicamente) aún más ella. Es decir, nos haga sentirnos más aún parte de ella, parte inevitable de sus engranajes maquinales.

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Más arriba, y como de pasada, al hacer un breve relación ejemplificativa de elementos de la realidad que son, sin embargo, mediadores de una información (lavadora, fusil, etc.) es decir portadores de una información de lo que es, incluía al propio ser humano como un elemento más al que hay que considerar como un medio de lo que es siendo.

Naturalmente esa inclusión fue totalmente intencionada ya que en tanto que configuración, ente o entidad si se prefiere, participamos plenamente de las características de eso que hemos dado en llamar ser.

Pues aunque uno de los defectos más terribles del ser humano (como ya se ha dicho en otro lugar -comentario hipertextual nº 8) consiste en considerarnos portadores exclusivos de la significación del concepto ser, soslayando de esa manera nuestra identidad con el resto y cercenándonos de la naturaleza de la cual formamos parte, sin embargo ya hemos visto que existe una relación de continuidad insoslayable entre el yo y el mundo, continuidad que se manifiesta mediante la interacción permanente, y a la cual puede y debe aplicársele una categoría conceptual común: ser.

Así pues, y teniendo en cuenta que, al igual que el resto de las cosas, sufrimos el nacimiento y la muerte, la aparición y desaparición, y que por lo tanto participamos en la característica de la efimereidad desde la cual buscamos (y encontramos) desesperadamente constantes, habremos de convenir que también nosotros mismos somos una mediación, un medio, una forma cambiante a través de la cual se expresa lo que es siendo. O dicho más brevemente, una configuración fenoménica del ser2 .

Al estar dotado el ser humano de eso que hemos dado en llamar conciencia tenderíamos a pensar que ella es la parte única que se oculta tras la fachada fenoménica de nuestra imagen. Esta barbaridad, típica del pensamiento religioso, es causada por la pretensión de dividir el mundo -la realidad- en dos partes, cuando, como ya se ha visto a lo largo del texto, no existe tal división (lo uno lleva a lo otro en una suerte de feedback recursivo; y viceversa), y sólo desde un punto de vista analítico podemos concebirlo así.

Ese modelo de conciencia "yo soy fulano de tal, nacido en tal sitio, con tal historia, y con tales y tales pensamientos e ideas", es decir un modelo al que con anterioridad hemos llamado "pensamiento-objeto" o "pensamiento simbólico" es una conciencia que, en efecto, nos caracteriza a nosotros los seres humanos.

Sin embargo, o incluso precisamente por esa causa, también podemos decir que esta forma de concebir la conciencia se corresponde con lo podríamos llamar "conciencia fenoménica", es decir un producto (un resultado) de la interacción por medio de la cual "los sistemas [de cualquier tipo] intercambian información para la constitución del fenotipo final"3, y del cual, en definitiva, formaría parte (de nuestro fenotipo, de nuestra imagen, de nuestra manifestación mediadora de lo que es siendo) en tanto que cerebro o "disco duro" del mismo .

Desde un punto de vista empírico entonces, nada nos debería hacer pensar en la supervivencia de ese modelo de conciencia, la cual presumiblemente desaparece junto con el resto del fenotipo en el momento de la muerte, aunque siga siendo virtualmente verdadera. Nada, salvo la creencia, el hábito y, desde luego, el amor que sentimos hacia las personas y demás entes de la realidad.

Esa "conciencia" es la que nos permite decir expresiones como "yo tengo conciencia de ser apátrida, libertino y filósofo" o "yo tengo conciencia de ser un joven español con una novia muy guapa" (en los dos casos son sólo ejemplos), precisamente porque soy capaz de expresarme mediante palabras, de objetivarme, de objetivar la realidad, en este caso la mía. Una realidad consistentemente efímera, tan efímera y verdaderamente virtual (virtualmente verdadera) como yo mismo. Y da igual que esa conciencia se exprese de la manera en que yo he hecho al definirme en las frases anteriores o que lo haga como el amoral, rijoso, ateo e inteligente latinista Giovanni di Medici en el momento de ser coronado Pontifex Maximus en 1513. Por muy histórica que ésta se asuma siempre será una conciencia fenoménica, fenotípica, resultado de una circunstancia muy precisa que se objetiva mediante signos mediadores. Y en primer lugar los del propio cuerpo.

No obstante, a pesar de estos argumentos a favor de la "fenotipidad" de la conciencia (no se me ocurre otra palabra para expresarlo), a pesar de la efimereidad, de la transitoriedad, de la circunstancialidad de esa conciencia objeto en la que habitualmente nos movemos y desde la que nos expresamos (la circunstancia de la que habló Ortega), existe otra, otro tipo de hecho (o si prefiere conciencia, aunque no me gusta la palabra) constituido por el pensamiento en ejecución, no verbal, que en sí mismo no está sometido a la circunstancia (aunque obra en interacción con ella) de tal o cual país, de tal o cual idioma, de tal o cual época o tiempo, y que no parece constituir en sí mismo medio alguno.

Tendríamos entonces un hecho del ser, un no-medio que, aun estando semioculto en el seno de la realidad (al menos hay que rebuscarlo un poco) no parece constituir mediación alguna de ninguna otra cosa que no sea el ser mismo.

Este hecho que Ortega llamaba pensamiento-en-ejecución, en realidad es, propiamente hablando, un no-pensamiento, o en última instancia una actividad en ejecución, sin palabras, no-verbal. La cual sin embargo hace uso de las palabras -que también le pertenecen- como medio para averiguar el funcionamiento de las demás actividades en ejecución que operan en la realidad, es decir lo que llamamos acciones maquinales de la naturaleza. Respecto de estas últimas, estoy hablando naturalmente de acciones sin "conciencia fenoménica"4, actividad sin más, es decir de acciones del tipo la b con la a ba, o uno más uno igual a dos en base diez5, o el hierro a tal temperatura se expande y a tal otra se licua, o el árbol "respira al revés" produciendo oxígeno mediante lo que llamamos función clorofílica, o la masa del núcleo de un átomo está en relación con la nube electrónica que le rodea, el corazón se expande y contrae para irrigar al resto del organismo, etc., etc., etc.

Estas acciones maquinales, mejor dicho la existencia misma de las acciones maquinales que son también no-pensamiento (ser) ejecutándose (siendo) será precisamente lo que nos permita a nosotros -expresión mediática del ser- construir, inventar y producir máquinas que operen siguiendo las reglas de ese "pensamiento-en-ejecución" de ese no pensamiento, el cual, repito e insisto, en sí mismo no es verbal.

¿Crees en la reencarnación de las máquinas?, ¿piensan las máquinas?, ¿piensa la naturaleza?.

Este tipo de preguntas, especialmente la primera, son típicas de mi tiempo (recuerde la propaganda mencionada en la página 146 del libro impreso), y sólo pueden entenderse en el contexto del no-pensamiento, o pensamiento en ejecución mencionado anteriormente.

Pues lo cierto es que podemos establecer una conexión, un vínculo, un denominador común entre todo tipo de fenómenos (ser-en-ejecución). En este sentido puedo decir que yo soy (o usted es) un hecho que a través de un medio, la forma y el lenguaje (que me objetivan como conciencia circunstancial), hace, dice o piensa y computa cosas: realiza una actividad conforme a unas reglas (pensamiento en ejecución). Y una máquina es un hecho que a través de un medio, los engranajes, las bielas, realiza operaciones: realiza una actividad conforme a unas reglas (pensamiento en ejecución). Y el árbol es un hecho que a través de un medio, células, realiza la fotosíntesis: realiza una actividad conforme a unas reglas (pensamiento en ejecución). Y así sucesivamente.

El conocimiento de las reglas de funcionamiento de esos hechos supone siempre el desvelamiento de una ocultación.

Sin embargo, en todos los casos hay y no hay ocultamiento. De una parte, por ejemplo, la realidad de un puntapié se nos muestra evidente, clara y distinta respecto de la experiencia amorosa. Pero de otra, existen unas reglas que rigen la secreción de adrenalina y el funcionamiento de los músculos que propician el puntapié, y que, por lo tanto, nos permiten entenderlo de otro modo (y quizás algún día reproducirlo y controlarlo). O dicho de otra manera, lo que es se manifiesta de una manera muy clara (mar, río y montaña son justamente eso) y al mismo tiempo profunda (mar, río y montaña no son precisamente -o sólo- eso), aunque en realidad sean la misma cosa (recuérdese la mesa científica y la mesa común; la mesa mediada y la mesa in-mediata, p. 175 del texto impreso). Y es en ese sentido que todas las entidades, todos los entes -incluido el ser humano- tienen esa cualidad contradictoria: la de ser medios inmediatos.

Respecto de este último -el ser humano- su rotunda comparecencia se nos muestra siempre como inmediata. Sin embargo, cualquier especialista en medicina, en nutrición, en endocrinología, en cardiología, etc., dirían que no tanto. Para los no especialistas, es decir para la inmensa mayoría de nosotros, la simple percepción de un viejo que parece un niño, y de un niño que parece un viejo, nos debería hacer pensar que tras ese medio (a través de ese medio, esa configuración del ser), se esconde, existe un mundo bastante más profundo de lo que se puede apreciar en su inmediatez.

Un mundo al que también pertenece todo lo que podemos llamar fenómenos del "inconsciente", término al que hay que tomar en su doble sentido de 'no consciente' y también como 'lo que está en el interior negado de lo consciente' (véase la p.165 del texto impreso). Un mundo éste, el del inconsciente, que comprendemos de una manera imprecisa y extremadamente incompleta. Un segmento en definitiva del pensamiento-en-ejecución al que aún no computamos por entero, y que precisamente por esa causa queda fuera de nuestra consciencia (cum scientia), por lo que conviene dejarlo al margen de nuestra reflexión, de momento. Aunque al menos comprendamos que también es parte de lo que es.

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A lo largo de este hipertexto hemos visto cómo la realidad (el ser, lo que es siendo) es un medio inmediato, con sus dosis simultáneas de presencia y ocultamiento. Los porqués, las razones para que esto ocurra así necesariamente, deben estar ligados a la naturaleza misma de la realidad, de cuya raíz ya se ha hablado en este libro. .

Con ello quiero decir que cuando, en relación a la naturaleza, nos preguntamos ¿por qué ocurre esto o aquello?, la primera respuesta científica básica debe ser "porque necesariamente ha de ser así". Y luego, inmediatamente a continuación intentaremos desentrañar el mecanismo (maquinal) de esa necesidad.

Esa actitud es lo que fundamenta la filosofía y posibilita el conocimiento concreto, la ciencia. Todo lo demás son gaitas.


 

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1 Este tema de la mesa científica y la mesa familiar fue tocado por vez primera por el astrofísico británico Arthur Eddington, en 1927 durante las Gifford Lectures (publicadas en 1929 por Macmillan con el título de The Nature of the Physical World). Muy poco tiempo después Ortega lo usó durante el curso 1932-33, y lo mismo hizo Wittgenstein en el curso 1933-34, en ambos casos sin citar la fuente.
Como el primero, ambos cursos fueron luego publicados: Unas lecciones de metafísica y el Cuaderno azul, respectivamente.(volver)

2 Configuración en un sentido verdaderamente literal. No en balde usamos el término con-figurar, similar a con-formar, formar con, crear una figura (forma) con.
El proyecto fenoma, del cual se habló en la página 90 del texto impreso, consiste precisamente en intentar averiguar las reglas por las que los sistemas (de cualquier tipo) intercambian información para la constitución del fenotipo final.(volver)

3 palabras de Alonso Belate (2000), precisamente para describir someramente el proyecto fenoma.(volver)

4 a las que en puro rigor científico (empírico) no puedo atribuir una conciencia fenoménica en la mayoría de los casos.(volver)

5 Como en ocasiones anteriores se hace preciso mencionar que estos dos primeros ejemplos se refieren al aspecto de la naturaleza que es intrínseca a nosotros mismos, los seres humanos. Sería algo así como decir que al mencionar estos ejemplos estamos hablando de la naturaleza interna, mientras que los ejemplos siguientes se refieren a lo habitualmente se da en llamar naturaleza a secas, o naturaleza externa. En realidad en sólo una distinción analítica.

Sobre la flexibilidad (maquinante) de lo real recordemos nuestra capacidad para realizar cálculos operativos mediante una base distinta a la base diez.(volver)


 

¿Quién teme a esa tontería del ser? Prólogo