SOBRE
LA REALIDAD
(virtual o no)
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Nuevo Modelo Como ya se ha dicho con anterioridad, básicamente la nueva (y vieja) manera de percibir la realidad (nueva para la ciencia, vieja para el humano) consiste en asumir que todos los elementos de la naturaleza están relacionados entre sí como en un gigantesco campo de fuerzas. O dicho de otra manera, todos los elementos de la misma están interacción, de suerte que es posible, por ejemplo y limitándonos sólo a nuestro planeta Tierra, hablar del efecto mariposa en la configuración de los tornados, o del efecto invernadero en este caso no ya como hipótesis sino como el resultado de una gigantesca emisión de gases. Sin embargo tal definición aproximatoria, fácil de entender y de asumir, es, incluso como aproximación, incompleta ya que queda circunscrita a los "elementos de la naturaleza", es decir a los seres naturales. Sin embargo, con la aparición de la cibernética y la inclusión de las máquinas en tanto que elementos de la realidad dotadas (o dotables) de autonomía funcional, se pone de manifiesto que la clásica división entre seres naturales y seres artificiales es más analítica que real. Siendo una división valiosa y extremadamente operativa no por eso deja de ser maya. Conforme a esa vieja distinción, los seres naturales estarían dotados de la capacidad de cambio y los artificiales no; unos poseerían en sí mismos un telos, una finalidad, y los otros no. Esta diferenciación que pudo ser asumible desde el punto de vista del conocimiento en el tiempo en que fue formulada, un tiempo en el que los objetos artificiales tenían un carácter estático (silla, ánfora, y cosas por el estilo), hoy en día es imposible. Pues aun conociendo que los elementos artificiales son el producto de la capacidad maquinante del humano, (capacidad, por cierto, extensible al resto de la naturaleza aunque sea en grado inconsciente), incluso sabiendo que estos productos artificiales son en definitiva extensiones del hombre, no por ello dejan de tener en sí mismos un telos, una finalidad, que adquieren en el momento de ser creados, de ser nacidos precisamente con un determinado fin. De hecho es lo que ocurre con cualquier objeto de la realidad, sea éste una nueva molécula, un nuevo animal, un nuevo virus, o un nuevo objeto creado por el hombre, silla, programa informático, motor de búsqueda en la red, o 'virus artificial', hasta tal punto que los avances tecnocientíficos de este siglo (en el que las máquinas para la información y la computación están cumpliendo un papel fundamental) no hubieran sido posibles sin esta concepción. Siempre hay una finalidad. Respecto a la otra característica atribuible antaño sólo a los seres naturales, la capacidad de cambio -capacidad que hemos de entender en su sentido más amplio, es decir como degradación y transformación- resulta obvia tanto en unos como en otros, tanto en los seres llamados 'naturales' como en los llamados 'artificiales', ya que ambos participan de esa competencia. Como ejemplo para el primer caso podríamos señalar que la transformación de las grandes selvas del Terciario en los yacimientos petrolíferos actuales sería el resultado de esa facultad. Pero lo mismo ocurre respecto de cualquier objeto artificial (estático o no) -prolongación en última instancia, vía humana, de la propia naturaleza- cuya interacción (inevitable) con el resto de la realidad puede acabar degradándolo y en consecuencia transformarlo. Tal, el viejo sillón desgastado, o la fotografía despigmentada. Y lo mismo ocurre en relación a objetos más distantes en el tiempo como la daga oxidada que aparece en un yacimiento arqueológico, la cual puede que aún pueda cumplir su primitivo fin de perforar (aunque es dudoso) pero que en cualquier caso habrá sufrido una transformación en sus elementos químicos de tal manera que nos permita ubicarla en el tiempo mediante alguno de los métodos de datación ad hoc. Por tanto, en ellos, en los objetos artificiales también existe cambio. Esta doble capacidad -telos y cambio- que tienen los seres naturales y/o artificiales, es decir por una parte la posesión de un objetivo, un fin (un propósito o intencionalidad que decían Rosenblueth y Wiener) y de otra la posibilidad del cambio, viene dada porque todos ellos son capaces de recibir (input) energía-información y proporcionar (output) energía-información al resto cumpliendo en ello con su propósito, de suerte que no hay nada en el seno de la realidad que escape a esta doble característica. Es por esa causa que podemos decir entonces que la realidad (artificial o natural) lleva dentro de sí el principio del movimiento (del cambio y de la finalidad) ya que siempre será susceptible de recibir (y dar) información, produciéndose a corto, medio, o largo plazo una transformación por causa de ese intercambio. Coherentemente con la comprehensión de lo que es (siendo) podemos decir entonces que todos los seres (naturales y artificiales, segmentos espaciotemporales de lo que es) tienen dentro de sí el principio del movimiento. O, expresado de una manera muy simple, todo lo que es se mueve. Así pues, la formulación inicial "todos los elementos de la naturaleza están en interacción" habría de ser sustituida por "todos los elementos de la realidad están en interacción". Esta pequeña distinción que puede ser tomada como baladí, es sin embargo importante si queremos, insisto, comprender la aparición de la cibernética, y en general el nuevo modelo de pensamiento. Para éste la interacción es, pues, concebida de una manera global, e incluye en ella cualquier elemento de la realidad, sea hombre, máquina, animal, o cualquier otra forma organizada que, en definitiva, pueda interactuar (recibir y dar información) con el resto. Sin embargo una formulación semejante, "todo interactúa con todo", no deja de ser una generalidad que poco o nada nos sirve para satisfacer nuestra pulsión cognitiva. A nivel científico se hace necesario encontrar modelos específicos de interacción, mecanismos más o menos fijos de ese interactuar, patrones en definitiva, que nos ayuden a comprender, a concebir, por y para nuestra conciencia (y bien-estar) el cómo funciona esta realidad cambiante. La respuesta viene dada por un concepto, feedback, el cual puede traducirse como retroalimentación, retroacción o realimentación. Surgido desde el ámbito de la ciencia práctica, es decir desde la tecnología, el término fue utilizado por vez primera en 1914 por E.H. Armstrong para designar un circuito de regeneración de la señal en una estación de radio. Es por lo tanto un término nacido directamente de la nueva era de la comunicación que inicia sus albores con las primeras emisiones inalámbricas de señales eléctricas en los comienzos del pasado siglo. Pronto el concepto pasó a otros ámbitos científicos, y será en 1942 durante la segunda guerra mundial -en pleno conflicto pues1- cuando se convertirá en extremadamente operativo. Utilizado para poder dar cuenta de (para poder comprender) la conducta intencional en la creación de un sistema eficaz de tiro antiaéreo, es decir utilizado para un problema específico y muy concreto, la retroalimentación ha acabado siendo una pieza teórica clave para la comprensión del comportamiento en la realidad, con las ventajas que ello supone para su manipulación y control. El concepto así concebido (recordémoslo, imaginado pero también tomado desde los hechos de experiencia) nos ha servido para crear nuevas technes que como -entre otras- la informática contribuyen a mejorar nuestro estar. La retroalimentación básicamente no es otra cosa que un bucle formado por elementos que emiten (output) y reciben (input) información. El bucle más simple sería el constituido por sólo dos elementos a y b en el que a envía información a b y b a su vez envía información a a, siendo ambos receptores de esa energía-información mutuamente enviada. El ejemplo que se suele mencionar para explicarlo es el del termostato de un sistema de calefacción, el cual regula una caldera que a su vez se enciende o apaga según sea la temperatura ambiente. Este tipo de bucle estaría formado pues por tres elementos a, termostato, b, caldera, c, ambiente, de suerte que la interacción retroalimentada estaría formado por la tripleta a-b-c, siendo indiferente donde comencemos la misma (c-a-b; b-c-a; o a-b-c; en cualquier caso por ese orden). De hecho en la realidad es difícil encontrar bucles persistentes tan simples como el formado por dos elementos ya que siempre hay que contar con más variables que afectan de una manera u otra al bucle. El ejemplo anterior, en el que hemos hecho abstracción de otros posibles componentes tales como temperatura exterior, número de personas en la sala, etc., es una muestra de ello. Además, los bucles son normalmente bastante más largos y extensos, y al estar implicados una enorme cantidad de elementos cualquier circunstancia que altere o modifique el intercambio de información en algún paso del bucle puede conducir éste al caos, al desorden y/o a su reconfiguración. Las "caídas" en un sistema operativo informático serían en el caso de la realidad "artificial" un buen ejemplo de ello. En el de la realidad "natural", el ejemplo podría ser la "caída" del subsistema digestivo manifestada a través de los dolores retorcidos (retortijones) en el estómago producto de la alteración del bucle formado simplificadamente por el bolo alimentario, mucus, jugos gástricos y movimientos peristálticos, alteración que puede a su vez tener su origen en otro lugar del sistema (nervios) en el que está el subsistema de referencia. Por esta causa podemos decir que la exposición del concepto a través de sistemas simples como el descrito más arriba (a, b, c, a) es puramente didáctica ya que las retroacciones entre elementos de un sistema pueden ser muy complejas, estando éste (el sistema) constituido por bucles en el interior de otros bucles que a su vez forman parte de sistemas anexos. En cualquier caso la importancia de una concepción semejante para explicar los mecanismos de funcionamiento de la realidad suponen una ruptura con el modelo de pensamiento científico anterior, el modelo mecanicista, para el que la relación causas-efectos se desarrollaba mediante un proceso lineal del tipo a afecta a b, y b afecta a c, que es donde se detiene el proceso según el determinismo mecanicista. Sin embargo si, finalmente, c vuelve a determinar a a, se establece un movimiento circular que implica algo radicalmente diferente: la tripleta a b c constituye un sistema complejo (como en un círculo) que, en última instancia, se determina a sí mismo, siguiendo unas reglas que son relativas al conjunto a b c, y no a cada una de las partes que lo componen. Estas reglas del conjunto del sistema responden siempre a una finalidad, bien sea incrementar la eficacia del tiro antiaéreo, escribir en el procesador de texto de un ordenador, establecer una comunicación entre un grupo de seres humanos, o mantener relativamente estable [steady (Cannon, 1932, 24)] un organismo biológico. A estas reglas, referidas al conjunto del sistema y que responden a una finalidad (teleológica por definición), bien podríamos llamarlas Programa, y ni que decir tiene que pueden existir tantos programas como (sub)sistemas puedan considerarse. Pero llegados a este punto creo que se hace inexcusable dedicar unas líneas al concepto de sistema puesto que el término ya ha sido utilizado en repetidas ocasiones.
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