SOBRE LA REALIDAD
(virtual o no)

Página principal              
 
 
Índice
   
  Prólogo
   
  Primera parte
  Sobre la realidad
  Constantes y variables
  Ser y Naturaleza
  El bucle del ser
  Ser y verdad.
  El ser es lo que es siendo
  Ser y Realidad
   
 

El signo y la palabra. Indagaciones

  El signo y la palabra. Mutación e invariancia.
  El cambio constante. Copresencia en el cambio.
  Doble vínculo. El continuo del ser
  Constantes.
  Telos y Formas.
   
  Teleología y Ciencia
  Filosofía y Sociedad.
  Nuevo Modelo.
  Sistemas y Subsistemas.
  Algunas implicaciones.
  Humanización y dinámica de los opuestos.
   
  Cambio de Era
  Un mismo mundo.
  Permanencia en el Cambio.
  Ruptura.
  Técnica y Telos.
  Comunicación y Era Común.
   
 

El Telos Humano

  Continuidad.
  El Telos Humano.
  Cierre y Apertura.
   
  Segunda parte
  Del otro lado. comentarios hipertextuales
  1. El hipertexto y el continuo no-dual
  2. El zen y la Era Común.
  3. Vida y objetividad.
  4. Sobre el horror.
  5. El pensamiento en ejecución.
  6. Sobre Mendelssohn.
  7. Lo virtual
  nuevos comentarios (on-line)
  8. ¿Quién teme a esa tontería del ser?
  9. Medios in-mediatos
   
  Referencias
 

 

Vida y objetividad

Habrá personas cuadriculadas que echando mano de los clichés relativos al pensamiento de Ortega consideren que el concepto aquí expresado "vida" es un elemento irracional, es decir irracional en su sentido básico de "algo que escapa a la razón". En ese caso -en Ortega y en quien se circunscriba a él- "vida" sería un concepto que habría que entender de una manera limitada. Según Ortega sería un modo peculiar de organización biológica que al manifestarse en mi ser, "mi vida", permite entender a esta mi vida como la realidad radical, la raíz básica subyacente en la relación yo-mundo.

El subjetivismo subyacente en esa afirmación no obstante fue matizado cuando puntualizó esa realidad radical diciendo que "yo no soy mi vida" ya que ésta se compone de mí y de las cosas del mundo, de suerte que "mi vida no es mía, sino que yo soy de ella [porque] ella es la amplia, inmensa realidad de la coexistencia mía con las cosas" (1966, 225-226).

A pesar de ello, a pesar de las puntualizaciones arriba indicadas, creo que está claro que el concepto vida es utilizado en Ortega de una manera restrictiva, biológica, humanamente biológica, ya que así lo da explícitamente a entender. Nada hay más lejos de mi ánimo al utilizar aquí el susodicho concepto. Éste -como ya se ha mencionado- ha de ser entendido en su sentido amplio de organización; capacidad de organización para ser exactos. Que efectivamente se organiza, que es capaz de generar organizaciones, nuevas organizaciones, y que puede reproducir las ya existentes. Y éstas, las organizaciones de las que estamos hablando no son necesariamente de tipo biológico (aunque también deban incluirse).

Entendido de la manera en que se expone en este libro, el concepto vida (el núcleo constante de la realidad, el arjé si se prefiere) representa como ya se ha dicho "lo que posibilita la generación de organizaciones, galaxias y estrellas por ejemplo, así como su colapso; lo que recursa sobre sí permitiendo la reproducción de organizaciones tales como, de nuevo, los millones y millones de estrellas; lo que, en fin, genera organizaciones tales como los sistemas solares, planetas, organismos biológicos, y tras un largo proceso evolutivo eso que llamamos ser humano, conciencia, yo" (p.73 del texto impreso).

Como puede verse la consideración de la capacidad de organización de lo que es siendo no debe limitarse al ser humano ni tiene por qué, ya que a fin de cuentas éste no es sino un fragmento más de lo que es. Si lo hiciéramos, si lo limitáramos a nosotros mismos, ignoraríamos la capacidad de organización que existe de suyo en la realidad, y en ese caso, con esa limitación a nosotros mismos "la realidad radical" (arjé si se prefiere), y el ser mismo, tendría que ceñirse a la vida biológica, y aún más en concreto a la vida humana, la "mi vida" de Ortega, con lo que la indagación acerca de lo que es quedaría cercenada, coja, manteniendo voluntariamente ausente al resto, el cual sólo se asume en tanto que presente en el sujeto.

Por esta causa, aunque Ortega supiera desembarazarse gnoseológicamente del subjetivismo mediante la distinción e imbricación (ineludible) entre el pensamiento-objeto y el pensamiento-en-ejecución con la que superaba la limitación del cogito cartesiano, sin embargo con la autolimitación de la realidad radical a la su "mi vida" -la vida humana- él no salió ontológicamente de un enfoque subjetivo en torno a la indagación de la realidad, por mucho que esa vida suya lo fuere en tanto que parte de una realidad más amplia.

Por el contrario, considerando la vida de un modo más abierto, es decir en los términos ya expuestos anteriormente, entonces el concepto sí que puede concebirse como el núcleo de lo constante que hay en el ser (en todo lo que es, y no sólo en una parte de lo que es) sin tener que pasar por entremedias de ninguna concesión filocartesiana (el sujeto como punto de partida) y a la postre cartesianófoba (la razón vital humana de Ortega como forma superior a la razón matemática, o la vida como punto de llegada).

Comprendo que es difícil cambiar el modo de entender la palabra de marras, vida, ya que ésta queda asociada en la mente humana a lo orgánico, a lo biológico, y es de esa manera, en ese sentido, que la usamos en nuestro vocabulario cotidiano. Creo no obstante que la ampliación por mí propuesta es fácilmente aceptable.

Como una primera aproximación al tema no viene mal recordar que los seres humanos hacemos un uso común del término para referirnos a objetos inanimados. Y con más frecuencia de lo habitual. Valgan como ejemplo las palabras de Fernando Macías, Arquitecto Jefe del Servicio de Edificaciones del Ayuntamiento de Madrid, el cual hablando en televisión acerca de los derrumbes, colapsos repentinos, de varios edificios madrileños habidos en poco más de una semana, decía poco más o menos que "los edificios en los que habitamos son algo vivo, que necesitan de unos cuidados" .... etc, etc. El discurso que el arquitecto hacía sobre la obra arquitectónica era como el de un carpintero o escritor (Collodi) acerca de sus obras de madera (Pinocchio).

Entrando en terrenos en los que no interviene el hombre (al menos no como directamente hacedor), podríamos considerar multitud de elementos en la naturaleza que participan de una manera decisiva en la vida orgánica, es decir en la vida en su acepción común: agua, oxígeno, oligoelementos, etc; la lista podría hacerse interminable.

Pero por su espectacularidad creo que el prión es justamente ese tipo de elemento difuso entre la vida (en su acepción común) y lo que no lo es -al menos en el momento que en esto escribo- debido las consecuencias que ha ocasionado. Su descubrimiento en los años ochenta del pasado siglo supuso una verdadera revolución, un trastorno revulsivo, respecto a la comprensión de los orígenes exógenos de una patología determinada (en particular, el llamado mal de las vacas locas). El prión, actuando como una bacteria o un virus, sin embargo no era ni lo uno ni lo otro sino simplemente una molécula (una proteína) capaz de modificar a otras con las que mantuviera contacto. Al carecer de ADN, al ser sólo una molécula más o menos compleja no es posible encuadrarla dentro de los parámetros de lo que consideramos biológicamente vivo. Pero sin embargo, aun siendo sólo una molécula, actúa como un ente vivo transformando las moléculas de su entorno como si de una bacteria se tratara, y siéndole posible por tanto generar alteridad y nuevas organizaciones.

En realidad es lo que se ha estado haciendo en el universo desde el Big Bang. Al inicial rompimiento de una estructura en la que todo el universo estaba concentrado en un tiempo -al parecer- igual a cero, al caos subsiguiente, a la liberación de fotones, neutrinos, electrones y sus antipartículas junto a protones y neutrones, los cuales todos ellos son en sí mismos organizaciones de energía, le seguiría -por causa de la interacción inevitable que existe en la realidad- le seguiría, repito, la formación de núcleos de deuterio primero y de helio después junto a una pequeña cantidad de otros elementos. Tras esos primeros segundos, y debido a la interacción nuclear fuerte entre núcleos y electrones, mucho más tarde empezaron a formarse los átomos, nuevas organizaciones en suma, los cuales como todas las organizaciones anteriores interaccionaron (e interaccionan) entre sí dando lugar a reacciones de fusión nuclear, liberando a su vez fotones y otras partículas (proporcionando material para nuevos subsistemas, nuevas estrellas por ejemplo), y originando nuevos átomos de tipo más pesados, de los que surgirán los planetas como el que llamamos Tierra.... Y así sucesivamente hasta llegar al ser humano.

El propósito de esta brevísima e imperfecta descripción del universo, o más bien de su evolución (en la que naturalmente no se han incluido otros parámetros como temperatura, gravedad y otras fuerzas que producen interacción), no es por supuesto competir con la literatura especializada a la cual remito al lector (por ejemplo, Narlikar, 1987; Fritzsh, 1982; Hawking, 1990) sino mostrar de una manera lo más didáctica que sea posible cómo éste, el universo, es una conjunción de caos y cosmos, una sucesión de organizaciones que finalmente han dado lugar a lo que somos, vida consciente desde la cual escribo o leo. Y desde la que nos comunicamos debido a que esa cualidad esencial llamada vida (en su sentido amplio) recursa siempre en el interior de cada reorganización sistémica permaneciendo en su interior, en el interior de cada (sub)sistema como parte constitutiva del mismo.

En realidad, esta posición es la sostenida por aquellos científicos que se dedican a explorar el Universo. Juan Pérez Mercader el director del español Centro de Astrobiología (INTA-CSIC) en una conferencia en torno a la posibilidad de vida en el Universo (en su acepción más cotidiana) exponía que la vida no es el resultado del azar ni de un plan divino, sino que por el contrario la vida era y es una condición misma del propio universo. Y ni que decir tiene que esta posición es también la mía.

 


 

El zen y la Era Común Sobre el horror