SOBRE
LA REALIDAD
(virtual o no)
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El ser es lo que es siendo Esa realidad, que no podemos soslayar y sobre la cual necesitamos proporcionarnos una explicación, ha recibido muchas a lo largo de la historia. Y ha ocurrido así porque dentro de (en) ella, en el interior de esa misma realidad, existe la causa de su misma necesidad de ser aclarada (y que se manifiesta mediante la pulsión cognitiva de la especie humana). Y ya hemos visto que esa necesidad de comprehensión del ser que fundamenta la realidad, es decir de aquello que hace que las cosas sean, permanecerá irresuelta mientras los desgarros del ser humano no sean despejados, o lo que es lo mismo mientras las preguntas surgidas desde nuestra perplejidad no estén plenamente saciadas. Como ya se ha apuntado, la tendencia, tanto en las ciencias particulares como en la ciencia de lo global, es considerar a esta realidad de una manera dinámica. Sin embargo, aun siendo los intentos de explicación del ser un producto cultural -deudores de un particular momento histórico y producto de un conjunto extremadamente complejo de elementos-, la explicación dinámica de la realidad, la solución dinámica para el ser no es nueva. En efecto, ya en el propio origen de la filosofía existieron pensadores que resolvieron el problema (orden/caos, constante/variables) de una manera lúcida y brillante. Pues, ¿porqué no establecer que la constante sea ella misma algo que varía -no conforme a un modelo (la substancia segunda de Aristóteles)- sino que realmente varía en sí misma?. Es decir ¿por qué no concebir que no existe una constante en el sentido de algo fijo, inamovible, sino que ésta lleva dentro de sí el principio del cambio?. ¿Por qué no explicar racionalmente la relación caos/cosmos, permanencia/mutabilidad, como resultado de la propia mutabilidad del ser?. Concebido de esa manera, la explicación acerca de "qué es lo que hay aquí para que yo vea un orden a pesar de que todo cambia" adquiriría pues un sentido inmanente (sin necesidad de recurrir a elementos que transciendan a la propia realidad empírica, dioses y otros sucedáneos mentales) con todo lo que ello significa de libertad e indeterminación fenoménica, que también ha de ser incluido en la explicación5. Hubo pues primeros filósofos que en su momento intentaron dar cuenta de la realidad (de su constancia/inconstancia) a través de conceptos racionales (es decir, de los conceptos que son resultado de la cualidad deductiva del pensamiento y no de la imaginativa) expresados mediante términos que llevaran en sí mismos el principio de la acción: El fuego que nunca es estable, la palabra inteligible (logos) para designar las cosas (conceptualmente única y a pesar de todo variable en el espacio y en el tiempo), el camino que el mundo recorre sin cesar. Los dos primeros conceptos (fuego y logos) corresponden a Heráclito y expresan muy plásticamente esa inconsistencia constante que hay en el ser. El tercero, el camino -tao-, es obra de Lao Tsé, y con él se quiere poner de manifiesto que la realidad (lo que es) es en sí procesual; es decir que está hecha de procesos más bien que de entidades fijas, pues, aunque podemos aprehender los objetos como entes, ellos mismos son sucesos (sistemas organizados) que forman parte de sucesos. Además de esa coincidencia entre ambos autores existe otra por la que para instruir sobre el carácter dinámico de la realidad (lo que es), tanto Heráclito como Lao Tsé, recurrieron a la utilización de los contrarios como elementos obvios de esa dinámica, no olvidando indicar que naturalmente ellos mismos (los contrarios) son parte constituyente de lo que constituye a la realidad, llámese logos, tao o cualquier otro concepto con el que se quiera expresar. ¿Galimático?. Realmente no, sólo hay que pararse un poco para verlo. En el otro plano, en el religioso, la concepción dinámica de la realidad tampoco es históricamente nueva. De hecho está en el mismo origen de nuestra tradición occidental, aunque probablemente sepultada, oculta, ignorada por la antropomorfización a la que inevitablemente tienden las religiones. Cuando Moisés pregunta en Egipto a su guía interlocutor por el nombre que éste tiene con la intención de averiguar cómo debe llamarlo, él se da a sí mismo el alias de "Eyeheh", es decir la primera persona del imperfecto del verbo ser; algo así como decir "yo era", lo que naturalmente es una traducción incorrecta. De hecho, la contestación es completamente críptica, entonces y ahora, pues bien podía haberse limitado a decir un nombre cualquiera, por ejemplo Adam, o PadreDeAdam, o algo así. En su lugar, en lugar de una contestación directa y clara, su respuesta inevitablemente tiende a mover a la reflexión al utilizar la primera persona del tiempo verbal imperfecto del verbo ser. En hebreo sólo existen dos temas temporales básicos para indicar la acción, el perfecto y el imperfecto, es decir que la acción a la que refiere el hablante esté acabada, terminada, o que no lo esté. Por ejemplo, yo puedo saber de una manera completa, terminada, definitiva, cerrada, o por el contrario yo puedo saber de una manera incompleta, inacabada, transitoria y abierta según qué cosas. Puedo utilizar el perfecto para referirme a mi habilidad para dibujar esos trazos que llamamos escritura, y por lo tanto puedo decir "sé escribir", traduciendo el tema temporal perfecto hebreo por nuestro presente (ya que de otra manera no se entendería). O puedo utilizar el imperfecto (hebreo) para describir mi conocimiento abierto de la realidad (como el de cualquier otro ser humano), y entonces decir "conozco la realidad" en ese otro sentido, el que da el ser una acción inacabada. Y precisamente para que sea inteligible esta segunda posibilidad he de utilizar, en castellano, otro verbo, conocer (también en el presente por la misma causa que antes), cuya fuerza semántica rebaja la del verbo inicial, saber. Esta doble posibilidad cuando se utiliza respecto del verbo ser permite establecer en la mente humana la distinción entre un objeto inanimado y un ser viviente, entre una cosa y aquello que no lo es, entre un ídolo (un constructo en definitiva nombrado de una manera 'perfecta') y lo que no. Por esta causa, y aun cuando es posible formar la acción en el presente de una manera perifrástica mediante el uso del participio activo, el interlocutor-guía no respondió con la perífrasis, sino que prefirió usar la primera persona del tema temporal no acabado del verbo ser. Normalmente se traduce con la expresión "yo soy el que soy" (Ex. 3:14). Erich Fromm (1967) de una manera muy libre y acertada, poniéndolo en conexión con el tema vivo de la idolatría en el momento de los hechos, lo reescribe como "Sin Nombre". Personalmente creo es posible conservar el aspecto dinámico de la expresión al tiempo que su valor reiterativo (en "Eheyeh asher Eheyeh") si lo traducimos con un "soy el que es siendo". Ése al menos es el valor que tiene en ese tiempo verbal: el valor de algo que no se ha completado, que no se ha cerrado, que permanece haciéndose, sea vivir, parir, o simplemente ser. Si a ello añadimos que en el ámbito de las religiones monoteístas (en nuestro ámbito cotidiano) Dios está en todas partes, y precisamente por ello está prohibida cualquier representación de él en la realidad a fin de evitar convertirlo en cosa6, tenemos que el concepto de dios (es decir el fundamento último de la realidad desde el punto de vista de la razón imaginativa) es un concepto dinámico, vivo, por más que haya existido el peligro de su cosificación al intentar darle nombre, aunque éste fuera de índole subjetiva, es decir partiendo del sujeto que lo nombra: YHWH, Adonais. La identificación de modelos -el religioso y el científico- es pues obvia. En ambos casos se identifica al fundamento último de la realidad (ser en un caso, Dios en el otro) con algo abierto, no concluso, y por esta causa extremadamente difícil de apresar mediante palabras, por más que éstas sean necesarias para poder estar, para poder pretender bien-estar en todos los casos. Esta razonable identidad en modelos bien distintos no debe sin embargo confundirnos. El problema del pensamiento religioso es que, como ya hemos visto más arriba (p.20), es un pensamiento que explica la realidad sólo mediante el uso de la razón7, y puede convertirse -y de hecho se convierte siempre- en un modelo de conocimiento inmovilista, a través del cual quedan fijadas (y detenidas) las claves para la explicación de la realidad, que suelen situarse en otro lugar más allá de ella misma por más que en su origen no hubiera sido así. La Ciencia es, pues, necesaria si pretendemos llegar a los fundamentos últimos de la realidad. _____________________ 5 para entender tanto a las ciencias de lo concreto y su mutabilidad (capaces de concebir, por ejemplo, los polímeros, o el rayo láser, o a toda la revolución biotecnológica) como para entender ese sentimiento -que cualquier humano ha experimentado alguna vez- por el cual el aire, los árboles, las calles, las casas tienen algo (todo) de mágico, de bello y de inexpresable (volver). 6 no así en el cristianismo debido a la fortísima influencia greco-latina (volver). 7 razón mitológica, imaginativa, o/y creativa. La creatividad, la imaginación o incluso la mitologización forman parte de nosotros mismos y de nuestra capacidad de pensar. Esa capacidad, esa imaginación creadora puede permitirnos concebir tanto un espíritu en un árbol y darle nombre, como imaginar un eje de coordenadas por medio del cual analizar cualquier línea o figura geométrica (Descartes). Pero no basta sólo con ella. La experiencia intersubjetiva también es necesaria (volver).
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