SOBRE
LA REALIDAD
(virtual o no)
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Ser y verdad Y
precisamente la comprensión de este hecho, la ineludible
(porque no se puede eludir) imbricación del ser humano con
el resto de la naturaleza es lo que hará
que en el pensamiento científico del siglo XX comience a
surgir la idea de intersubjetividad2
como criterio para establecer lo verdadero y lo falso. Se abandona
pues, con este criterio, la vieja convicción de una verdad
objetiva, externa al ser humano, inalterable, y por esta misma razón
sacralizada. La verdad pasa a ser patrimonio
de los sujetos, del sujeto/objeto colectivo que es el ser humano
en su relación con el resto de los otros objetos/sujetos3.
La consiguiente desacralización de la verdad objetiva e inmutable que esto conlleva puede, sin embargo, ser contemplada como una parte de un proceso de desacralización más amplio producto de los procesos complejos (sociales, económicos, ideológicos, guerras, industrialización, tecnologías) producidos a lo largo del siglo XX. Esta desacralización, visible con claridad en la última mitad del siglo, va a significar la desaparición de esos pequeños actos de la vida cotidiana que antaño estaba regida por lo sagrado (tradicional), de suerte que va a suponer un cambio social profundo en los hábitos de conducta (hechos, siempre hechos) de nuestras sociedades industrializadas. Este cambio -que a niveles sociales es consecuencia directa del desarrollo tecnológico y del beneficio por él obtenido en amplios sectores de la sociedad humana (alimentación, sanidad, comunicaciones, menor cantidad de sufrimiento en suma)- tiene su origen próximo en los cambios realizados en la propia mentalidad científica, en los investigadores de la realidad (del ser de la realidad en la cual estamos insertos), los cuales a su vez ha sido espoleados por los mismos cambios a los que sus descubrimientos daban lugar. Y así, la impresionante transformación de la física, y del resto de las ciencias de la naturaleza, (la estructura atómica, la teorías de la relatividad, general y restringida, la mecánica cuántica, el conocimiento del universo galáctico en expansión, por citar sólo algunos ejemplos) dará como resultado el abandono definitivo de la quimera de la objetividad absoluta, del ser como ser-substancia, y en consecuencia de la pretensión de la verdad como verdad-objeto. A
este abandono, consecuencia directa de la propia transformación
práctica de la ciencia, le antecederán, sin embargo,
las correspondientes formulaciones teóricas las cuales habría
que remontar, por lo menos, a los años iniciales del siglo
XX. Pues en efecto, ya sea desde la Física (Mach), o bien
desde la Filosofía (James), las posiciones en contra de la
verdad como verdad objeto inalterable comenzarán entonces
a hacerse un hueco -y a tener repercusión e incidencia- en
el pensamiento científico contemporáneo siendo cada
vez más aceptadas por éste. En
el primer caso, el subjetivismo de Mach y Averanius (el llamado
Empiriocriticismo) conducirá a un callejón sin salida
y sin continuadores. Ello no obstante, las argumentaciones del físico
austríaco Mach en contra de la existencia objetiva de las
leyes usadas por la ciencia ("En la naturaleza no hay una ley
de la refracción, sino sólo casos diferentes de refracción"
los cuales reconstruimos por economía en una formulación
única; Mach, 1919, 486) abonarán la idea de intersubjetividad
y de consenso en la formulación de leyes científicas.
Además, la desmesurada importancia dada a la posición
empiriocriticista y contra la cual, por razones políticas
de fondo, el marxismo (corriente ideológica decisiva en la
configuración del siglo XX) extremó sus ataques (Lenin)
contribuirá, con esta desmesura, a la difusión de
las ideas que se pretendían combatir: en última instancia,
a la negación de la verdad objeto. En
el segundo caso, las aportaciones de William James (1907; 1909)
en torno al tema de la verdad tendrán, en mi opinión,
un valor más fecundo. Partiendo de un empirismo radical por
el que los únicos elementos válidos, a partir de los
cuales se puede construir o definir un objeto de indagación,
son aquellos obtenidos mediante la experiencia, James -en consonancia
con la nueva ciencia, con la nueva física en particular-
concebirá la verdad de una manera dinámica, -transformante
y transformadora- justo lo contrario al modo estático y paralizador
por el que ésta fue concebida por el racionalismo. La verdad
entonces no sería un momento único en el que se produce
la adecuación entre sujeto y objeto, sino una multiplicidad
de momentos de experiencia -modificable en el transcurso del tiempo-
a través de los cuales establecemos ventajosas conexiones
con los hechos particulares con los que inevitablemente mantenemos
relaciones de experiencia. O dicho en palabras de James "'Verdad'
significa siempre lo mismo que significa en la ciencia:
las ideas (que no son sino parte de nuestra experiencia) llegan
a ser ciertas en cuanto nos ayudan a entrar en relación satisfactoria
con otras partes de nuestra experiencia"4
(James, 1954, 60) . Esta
forma de concebir lo que es verdadero no implica sin embargo una
negación de la realidad objetiva ya que en cualquier caso
éste (lo que es verdadero) se manifiesta siempre mediante
"una interacción benéfica con cosas particulares
sensibles" (James, 1957, 103), de suerte que "las verdades
emergen de los hechos, pero vuelven a sumirse en ellos de nuevo,
y los aumentan; esos hechos, otra vez, crean o revelan una nueva
verdad (la palabra es indiferente), y así indefinidamente"
(James, 1954, 174). No
es pues una negación del objeto en modo alguno, sino más
bien la puesta en escena a nivel teórico de la relativización
que ya en la ciencia se está produciendo (en torno a 1900)
respecto de esa realidad. Esta relativización que necesariamente
pasa (como por una primera puerta inevitable) por la negación
de la verdad objeto va a implicar a su vez, y tras algunos años
de maduración, el rechazo pleno del ser objetivo (absoluto),
de suerte que ya en los tiempos actuales científicos como
el neurobiólogo Varela pueden afirmar que "el ideal
de la objetividad [en un sentido absoluto] es un quimera" puesto
que la realidad [el mundo el que estamos inmersos] no es "ni
subjetivo ni objetivo, ni unitario ni separable, ni dual e inseparable"
sino "fruto de nuestra historia conjunta como seres biológicos
y sociales [...y en el que] vivimos en una aparentemente interminable
metamorfosis de interpretaciones que se suceden" (Varela, 1988,
260 y 262 263). Las frases señaladas anteriormente, "interpretaciones que se suceden", "hechos que crean o revelan una nueva verdad, y así indefinidamente"..., u otras del mismo cuño que pudiéramos citar son, pues, en definitiva un reflejo y una consecuencia de la extraordinaria transformación acelerada de las ciencias de lo concreto. En ellas, las verdades (realmente operativas) del pasado dejan de serlo para dar paso a nuevas verdades (igualmente operativas) que sin embargo no hubieran podido surgir sin las anteriores. Nada tiene pues de extraño que esta percepción dinámica de la realidad haya sido asumida a nivel teórico, tanto por esas mismas ciencias (Varela por ejemplo) como asimismo por la filosofía. Desde el relativismo en el uso de las palabras de Wittgenstein a la espesa y detallista Hermenéutica alemana, pasando por el pensamiento complejo, todo apunta hacia un universo en cambio en el que, al igual que en la física actual, existen parámetros tales como dinamismo, interacción, inestabilidad, auto organización, relatividad, etc., que resultan imprescindibles a la hora de realizar una indagación acerca de lo que es, es decir del ser que fundamenta la realidad. _____________________ 2 Aunque podríamos también llamarla interobjetividad. Véase la nota siguiente. (volver) 3 La doble calificación objeto/sujeto se entenderá mejor si se sustituye por input/output. Sobre este tema volveremos más adelante, (pp. 95 y 110 del texto impreso). (volver)
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De una manera una tanto gruesa se me ocurre explicarlo con el ejemplo
siguiente: la ideas, "parte de nuestra experiencia", por
las que un químico puede concebir un polímero (un plástico)
serán ciertas en la medida en que con ellas se pueda efectivamente
fabricar un polímero, afectando de esa manera, satisfactoria,
a "otras partes de nuestra experiencia". Lo contrario sería
una quimera que nos llevaría a la frustración.
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