SOBRE LA REALIDAD
(virtual o no)

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Índice
   
  Prólogo
   
  Primera parte
  Sobre la realidad
  Constantes y variables
  Ser y Naturaleza
  El bucle del ser
  Ser y verdad.
  El ser es lo que es siendo
  Ser y Realidad
   
 

El signo y la palabra. Indagaciones

  El signo y la palabra. Mutación e invariancia.
  El cambio constante. Copresencia en el cambio.
  Doble vínculo. El continuo del ser
  Constantes.
  Telos y Formas.
   
  Teleología y Ciencia
  Filosofía y Sociedad.
  Nuevo Modelo.
  Sistemas y Subsistemas.
  Algunas implicaciones.
  Humanización y dinámica de los opuestos.
   
  Cambio de Era
  Un mismo mundo.
  Permanencia en el Cambio.
  Ruptura.
  Técnica y Telos.
  Comunicación y Era Común.
   
 

El Telos Humano

  Continuidad.
  El Telos Humano.
  Cierre y Apertura.
   
  Segunda parte
  Del otro lado. comentarios hipertextuales
  1. El hipertexto y el continuo no-dual
  2. El zen y la Era Común.
  3. Vida y objetividad.
  4. Sobre el horror.
  5. El pensamiento en ejecución.
  6. Sobre Mendelssohn.
  7. Lo virtual
  nuevos comentarios (on-line)
  8. ¿Quién teme a esa tontería del ser?
  9. Medios in-mediatos
   
  Referencias
 

 

Técnica y Telos

Sobre este cambio habría que señalar que la incorporación de la mujer al área tradicionalmente reservada al hombre y exclusiva de él, el área militar, ha sido posible gracias a una conjunción de factores entre los que hay que destacar los de tipo tecnológico.

La hiperespecialización técnica de los nuevos ejércitos junto al cada vez menos necesario empleo de la fuerza y vigor personal (no al menos como antes), amén de los factores mencionados con anterioridad -control de la maternidad, desacralización, etc.- y que son propios del siglo XX, han sido causa pues de la irrupción de la mujer en el único sector masculino que aún quedaba por equiparar. Podemos decir entonces que la tecnología en su conjunto libera, hace al ser humano más libre e igual en esa libertad aunque sus consecuencias a menudo sólo son perceptibles en el largo plazo.

Ya ocurrió en el Renacimiento con la incorporación del arcabuz como máquina de combate. Los ex-villanos alistados que lo portaban modificaron uno de los objetivos intrínsecos a la práctica de la guerra. Años antes, en lo que llamamos Edad Media, el propósito adicional de un choque era capturar enemigos con el objeto de conseguir un rescate, un beneficio económico (Duby, 1988; Hale, 1987). Después, como ocurrió en la batalla de Pavía en 1525, el objetivo fue despanzurrar a esos caballeros prepotentes cubiertos de un hierro inservible ya ante la fuerza de la pólvora3. Con todas las consecuencias que ello a la larga implicó (revoluciones inglesa, americana y francesa).

Normalmente ese papel liberador de la tecnología es sentido como una amenaza por las fuerzas conservadoras de toda índole que hay en nuestras sociedades (también las que quieren transformar el mundo mediante su control absoluto) las cuales ven amenazadas así sus posiciones de privilegio. Este rechazo suele expresarse de muchas maneras. Ahorcando a los arcabuceros enemigos como hacía un caballero francés en las guerras de Italia a partir de 1495. Incitando a la multitud para destruir un Horno Alto como ocurrió en una localidad gallega a fines del siglo XVIII. Intentando encarcelar en la República Popular China (misión imposible) a todo aquel que haga un uso subversivo de Internet. O sosteniendo en 1982 como hizo el Presidente de la Motion Picture Association ante un comité del Senado norteamericano, que "el crecimiento y la peligrosa intrusión de esta nueva tecnología (...) para el productor cinematográfico y para el público americano es como el estrangulador de Boston para una mujer solitaria". Estaba hablando del vídeo doméstico.

Sin embargo, al margen de cualquier discusión sobre este tema que creo no corresponde a este libro, esa decidida afirmación "la tecnología libera" no tiene nada de insólita desde el punto de vista teleológico si recordamos que el conocimiento y su práctica, la práctica del saber, -en definitiva la técnica- se realiza en base a una exigencia de la propia naturaleza, tanto si entendemos a ésta en un sentido restrictivo refiriéndonos a nosotros mismos (nuestra pulsión cognitiva, el deseo de saber "por naturaleza" mencionado por Aristóteles) como en un sentido amplio al considerarnos una consecuencia de ella, una extensión de la naturaleza con la que inevitablemente estamos imbricados. Asimismo, respecto a esto no viene mal recordar que ese conocimiento tiene como fin "efectuar la manipulación de la naturaleza exigida por la propia naturaleza (humana)" con el fin de mejorar nuestra condición, nuestro estar, la condición de nuestro ser, aunque sólo fuere para la obtención del apaciguamiento, el sosiego de la pulsión, l'être apaisé (el ser apaciguado), libre ya de la necesidad que la puso en marcha. O dicho de otro modo, la razón (en su doble sentido de causa y discurso) origen último de nuestros conocimientos y nuestras técnicas, a través de lo que se ha dado en llamar el logos (el signo y la palabra, de lo cual ya vimos su capacidad de transformación y cambio) libera. Y lo hace porque la praxis de la razón (imaginativa, deductiva, no discursiva, etc.) intrínseca al ser humano, constituyente de nuestro (sub)sistema humano, provisto de una conciencia y de una capacidad para el cómputo a la que no podemos renunciar, nos proporciona la posibilidad de obtener resultados más satisfactorios con menos esfuerzos. Es decir, podemos lograr más por menos: más rendimiento productivo con menos energía directamente humana.

Pues, como ya hemos apuntado con anterioridad, en lugar de la pura energía física empleada durante los miles de años precedentes, ahora y cada vez más y de un modo más extendido empleamos nuestras prolongaciones, nuestras máquinas, nuestras extensiones, cada vez más complejas, cada vez más inteligentes y autónomas, interponiéndolas ventajosamente entre el objeto de nuestro deseo-razón y nosotros mismos. En realidad, como ya se ha dicho, siempre lo hemos hecho: las hachas de silex, las flechas y arpones, un simple peine, etc., han constituido las primeras prolongaciones -al mismo tiempo distanciadoras y participadoras- de nuestra especie respecto del resto de la realidad. La diferencia estriba en que nunca antes de ahora esas prolongaciones habían optimizado tanto nuestra energía personal.

Respecto de esa optimización, ahora en nuestro tiempo, han sido desarrolladas un tipo de máquinas, las máquinas de computar-comunicar, las cuales ya están presentes en prácticamente todo el espectro de la actividad social. Y cuando menciono las máquinas de computación-comunicación no me estoy refiriendo sólo a los grandes o a los pequeños ordenadores sino a los pequeños chips específicamente creados para la realización de tareas específicas que facilitan nuestra vida. Pues en este terreno no sólo hay que pensar en las grandes redes de comunicación e información, como por ejemplo las redes telefónicas y eléctricas, con sus enormes herramientas para computar y comunicar decisiones. Sistemas de señalización, Lavadoras, Máquinas de coser, Máquinas de escribir, Máquinas para disparar, Cámaras fotográficas, Máquinas portátiles para expender billetes, lavaplatos, lavavajillas, secadoras, hornos, centrifugadoras, y un largo etcétera que abarcaría incluso a bicicletas de lujo y en general a todo tipo de vehículos, incorporan chips informáticos de control, es decir programas de comunicación y gestión.

Y además, por supuesto, el pequeño ordenador personal; en millares de millares por todo el planeta. El mismo que permite, por ejemplo, a pequeñas cooperativas de la India determinar los tiempos de cultivo, calcular los tiempos de irrigación, y en definitiva obtener un mayor rendimiento de los campos, es decir optimizar los recursos, mejorar el modo de producción y lograr obtener resultados más satisfactorios con menos esfuerzos. Es decir, poder lograr más por menos.

Esta relación entre las máquinas de computar y las de comunicar -obvia cuando se menciona al pequeño ordenador personal- siempre ha existido especialmente si entendemos ambos conceptos (computar y comunicar) en un sentido amplio en lugar de en un sentido limitado. En el segundo caso estaríamos hablando en efecto de ordenadores y de los sistemas que permiten comunicar a los seres humanos entre sí. En el primero, sin embargo, estaríamos haciendo referencia a cualquier tipo de cálculo (cum puto, pensamiento) que permite informar (dar forma) para de alguna manera establecer un nexo común entre sujeto y objeto gnoseológico (sujeto y objeto de conocimiento). Comunicación se tomaría así de nuevo en su significación radical (lo que está en la raíz de la palabra) es decir como "la acción de poner en común", acción que, para el sujeto humano, adquiere el valor de información y conocimiento (susceptible por tanto de ser ordenado).

El cálculo de las estaciones por los sacerdotes encargados al efecto sería una buena muestra de lo que estoy diciendo, y una buena forma de reestablecer un nexo común. Pero también la habilidad calculadora en el golpeo de unas lascas para conseguir una buena hoja cortante, o la fabricación de un taburete...., y en breve, cualquier técnica que podamos imaginar. Con esos cómputos, con esos pensamientos, la especie reafirma su conexión con el resto de lo que es, reenlazando de nuevo en una suerte de cismogénesis complementaria (Bateson, 1958) en la que poco a poco nuestra posición inicial de inferioridad va siendo sustituida por una de superioridad, aunque en el camino puedan producirse trastornos profundos retroiniciadores, o cuando menos posiciones de simetría, confrontación, o igualdad.

Este concepto, el de cismogénesis, concebido por Gregory Bateson en 1936 como un camino para dar cuenta de la tipología de las conductas entre individuos, es tomado aquí por lo que en definitiva es: el resultado de nuestro propio cisma genésico, la escisión que nos da origen como especie y que nos separa del paraíso, de la mítica Edad de Oro presente en casi todas las culturas y hacia la cual me parece que todos querríamos llegar.

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3 Sobre el ambiente en Roma especialmente en el barrio español del Pozo Blanco véase la Comedia Soldadesca de Torres Naharro escrita en 1512 poco antes de la sangrienta batalla de Ravenna. (volver)

 


 

Ruptura Comunicación y Era Común