SOBRE LA REALIDAD
(virtual o no)

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Índice
   
  Prólogo
   
  Primera parte
  Sobre la realidad
  Constantes y variables
  Ser y Naturaleza
  El bucle del ser
  Ser y verdad.
  El ser es lo que es siendo
  Ser y Realidad
   
 

El signo y la palabra. Indagaciones

  El signo y la palabra. Mutación e invariancia.
  El cambio constante. Copresencia en el cambio.
  Doble vínculo. El continuo del ser
  Constantes.
  Telos y Formas.
   
  Teleología y Ciencia
  Filosofía y Sociedad.
  Nuevo Modelo.
  Sistemas y Subsistemas.
  Algunas implicaciones.
  Humanización y dinámica de los opuestos.
   
  Cambio de Era
  Un mismo mundo.
  Permanencia en el Cambio.
  Ruptura.
  Técnica y Telos.
  Comunicación y Era Común.
   
 

El Telos Humano

  Continuidad.
  El Telos Humano.
  Cierre y Apertura.
   
  Segunda parte
  Del otro lado. comentarios hipertextuales
  1. El hipertexto y el continuo no-dual
  2. El zen y la Era Común.
  3. Vida y objetividad.
  4. Sobre el horror.
  5. El pensamiento en ejecución.
  6. Sobre Mendelssohn.
  7. Lo virtual
  nuevos comentarios (on-line)
  8. ¿Quién teme a esa tontería del ser?
  9. Medios in-mediatos
   
  Referencias
 

 

Lo Virtual

Proveniente del latín virtus (virtud, fuerza) la inmensa mayoría de los idiomas occidentales disponen en su léxico del adjetivo virtual así como de otras palabras relacionadas, tales como virtualidad y virtualmente.

Con un significado similar en todos los idiomas, el término virtual sirve para expresar aquello que es pero que no es del todo. Lo que es de facto pero no de derecho. Lo que tiene una cualidad (virtud) -la que fuere- que le es intrínseca y le pertenece. Y así podemos decir que "tal equipo es el virtual ganador del campeonato a falta de 3 jornadas", o "la Sra. Clinton era la virtual Vicepresidente de la Nación según la opinión de muchos norteamericanos".

En Ciencia el término fue usado en primer lugar por la Óptica para designar las imágenes virtuales generadas mediante la proyección de la luz. Por esta causa es posible hablar de una imagen virtual (y por derivación de un objeto virtual) que definiríamos como aquella imagen -o aquel objeto- cuyos distintos puntos se encuentran sobre la prolongación de los rayos luminosos que emergen de un sistema óptico los cuales son percibidos en el lugar donde se recojan dichos rayos. Como se ve esta definición puede ser aplicada tanto a las imágenes generadas por un tubo de rayos catódicos sobre puntos de fósforo en un aparato de televisión como a las generadas por una linterna mágica o un proyector electromecánico. En definitiva, puede ser aplicada a cualquier sistema de transmisión de imágenes del tipo que fuere con tal de que el vehículo de transmisión de esas imágenes sea la luz: espejos, juegos de sombras y luces (siluetas), o cualquier otro, hologramas, programas informáticos, etc.

Esta distinción puramente analítica, realizada para poder establecer con precisión cual era el tipo de imagen de la que se estaba hablando (si la original o la proyectada), surge con el gran desarrollo de la Óptica en el Renacimiento. Este desarrollo se produjo de forma paralela al interés investigador que de la propia Imagen se tenía en un periodo (el renacentista) en el que definitivamente se había alterado la forma de representación de la realidad buscando en ella el máximo realismo. Por esta causa, además de las investigaciones matemáticas en torno a la perspectiva (en la Academia de Florencia y en la que creó Leonardo da Vinci en Milán), surgieron, directamente conectados con las investigaciones ópticas, aparatos y técnicas con los que captar y difundir esa realidad investigada. Así ocurrió con los juegos de espejos, ya en el XVII, a los que Descartes dedicó su talento, llevando a cabo prácticas sorpresivas, bromas para epatar como las que haría un ilusionista según episodio relatado por Baillet su primer biógrafo. Y lo mismo con la linterna mágica, en ese mismo siglo, desarrollada y perfeccionada por el jesuita Athanasius Kircher confeso seguidor de Raimundo Llull. Finalmente, con anterioridad a estas investigaciones, tenemos las que llevó a cabo el propio Leonardo da Vinci en torno a la cámara obscura, artilugio fiel que luego retomaría y usaría sistemáticamente el poeta-pintor Antonio Canal, Canaletto.

Pasando ya al siglo XX, el adjetivo 'virtual' fue usado en el ámbito de la informática para referirse a un tipo de memoria, la memoria RAM o memoria de gestión, por medio de la cual podemos expresar en último término la capacidad que tiene un ordenador (un sistema informático) para trabajar con una determinada cantidad de información en un momento dado: a mayor cantidad de memoria de ese tipo, mayor cantidad de gestión de datos posible, y viceversa. La memoria virtual es -en palabras de un profesor de informática- (¿paradójicamente?) la memoria real, es decir aquella con la que realmente trabaja u opera un ordenador.

Por último, en 1989 Jaron Lanier, personalidad sumamente respetada y querida en el mundo de la programación virtual y uno de los grandes impulsores de las técnicas de programación inmersivas, acuñó la expresión 'Realidad Virtual' para (al igual que ya se hizo en otras áreas de la ciencia) distinguirla de aquella no creada directamente por el ser humano.

Lo que caracteriza tanto a la imagen virtual en óptica como a la memoria virtual y a la realidad virtual generada a través de un ordenador, es que tienen una cualidad común aparente que no es otra que su volatilidad, su efimereidad. Ciertamente esta característica es propia también del resto de la realidad, aunque acostumbrados a una mirada temporal limitada probablemente no sea fácil percibirla. De hecho, ya hemos visto a lo largo de todo el texto que antecede que la realidad se caracteriza por el binomio mutación-invariancia, constantes-variables, y que precisamente todo nuestro esfuerzo, el de la especie, está encaminado a encontrar para nuestro beneficio el máximo número de constantes en el interior de una realidad que está permanentemente en cambio (a corto, medio o largo plazo; miles, millones, miles de millones de años).

En Física de altas energías, en la física subatómica, hay partículas que se caracterizan por su alta volatilidad o efimereidad frente a otras semejantes que no la tienen. Por esta causa algunos autores (los menos) las adjetivan como virtuales para recalcar ese aspecto en cuestión. Sin embargo eso no significa que en modo alguno tengan menos cantidad de realidad o sean menos reales, sino sólo que se caracterizan por la brevedad de su interacción. Son partículas perfectamente mensurables, y de ellas nos es posible calcular sus características en relación al resto. Tienen, en definitiva, tanta realidad como los grandes objetos que un profano en Física puede contemplar y a los que, con una mirada macroscópica colectiva, atribuimos una consistencia y una perdurabilidad más allá de toda duda. Y tan transmisoras de energía como cualquier otro objeto fenoménico de la experiencia cotidiana.

La expresión virtual pues, utilizada en la ciencia en un sentido muy técnico -simplemente para poder distinguir objetos científicos, diversos pero muy semejantes- no debe, por tanto, ser trasvasada u homologada con la acepción común del mismo término, atribuyéndole en este segundo caso el significado de falso o de algo no completamente verdadero. Aplicado en este último sentido a los fenómenos de comunicación de nuestro mundo actual (como algo no completamente verdadero) el adjetivo tendría el valor de una aberración ya que supondría afirmar la idea de una realidad falsa frente a otra auténtica; en definitiva, el mismo tipo de aberración que fue la pretensión platónica de dividir la realidad en dos mundos lo cual rechazábamos al inicio de este libro.

Sería como decir que al hablar a distancia a través de una pequeña cajita negra estábamos sufriendo una alucinación; o que al contemplar una secuencia cinematográfica o un partido de fútbol en la televisión estábamos experienciando una realidad falsa (en su sentido absoluto). Un hipotético observador proveniente del pasado con toda seguridad es lo que pensaría. En realidad, creería que la mayor parte de los aconteceres de nuestra vida cotidiana eran productos de la magia: la luz eléctrica, la televisión, los automóviles, las fotografías, etc. Nosotros, por el contrario, no tenemos derecho a pensar así.

En cualquier caso (y centrándonos en el ejemplo del teléfono1.) constituiría un avatar o hecho de experiencia del que habría que hacerse cargo y dar cuenta (cum putare); un hecho o avatar en suma vivido en primera instancia desde el pensamiento-en-ejecución, que es desde donde se percibe, por ejemplo, una mesa (la cotidiana, la in-mediata), supuestamente diferente para un cartesiano a una segunda mesa (la científica, la descrita por la ciencia, coexistente en la anterior, superpuesta a la anterior) la cual es vivida desde el pensamiento-objeto, que es el que nos proporciona unas características físico-químicas mensurables de la misma (moléculas, átomos, electrones, etc).

En todos los casos, ya sea desde uno u otro aspecto del pensamiento y volviendo al ejemplo del teléfono, estaríamos estableciendo una forma de comunicación con otro ser humano aunque el otro no esté físicamente presente. En definitiva, una forma o aspecto más de la realidad.

Es lo que sucede (comunicación directa o indirecta con otro ser humano en un ámbito de la realidad) cuando interaccionamos con un juego de ordenador, diseñado a la postre por otros semejantes. O cuando trabajamos con un simulador de cualquier tipo; o cuando respondemos a la voz gravada de un contestador telefónico, o cuando nos sentamos sobre una silla diseñada por alguien de renombre o cuando investigamos en Internet; es lo que sucede en definitiva cuando interactuamos haciendo uso de cualquier medio, de cualquier tipo mediación, escritura, palabra, signo matemático, armazón de madera, bolígrafo, o simplemente signo a secas. Es "como en el Mago de Oz, [donde] el súbito movimiento de la cortina convierte en repentinamente visible al operador humano de la gigantesca maquinaria de comunicación. Él es nosotros" (Biocca, 1993, 59).

Por causa de esta interacción, y debido al doble vínculo que mantenemos con el resto de la realidad (yo que pertenece al mundo el cual pertenece al yo el cual pertenece al mundo, etc) así como a la mutabilidad y variabilidad (movimiento en suma) de la realidad, no nos es posible realizar un tosco reduccionismo que haciendo prevalecer lo efímero sobre lo constante (o la ejecutividad sobre la intersubjetividad) afirmara "todo es virtual" ya que la inmanencia de los hechos -y nuestro acceso escrutador a ellos- permite decir lo contrario "todo es real".

Una afirmación del tipo "todo es realmente virtual porque todo es virtualmente real", o -a imitación de Hegel- decir que "todo lo real es virtual, todo lo virtual es real" sería más adecuado, en el hipotético caso de que resultara de algún interés acotar con palabras lo experienciable.

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1 u otra "alucinación" similar, cine, radio, televisión, juegos en red, etc., y en este etcétera puede incluirse cualquier cosa.(volver).

 


 

Sobre Mendelssohn ¿Quién teme a esa tontería del ser?